Dicen los psicólogos que muchas veces transmitimos nuestras fobias a los hijos. De padres con miedo a los payasos, niños con miedo a los payasos, de padres con miedo a los gatos, niños con terror hacia los gatos, y así con un sinfín de cosas. Lo mismo ocurre con el agua. Nos encontramos con situaciones en que los padres se asustan más que los niños, o que la tensión del padre dentro del agua la transmite inconsientemente a su hijo.

Malas experiencias del adulto en entornos acuáticos, miedos, inseguridades o escasos conocimientos de natación  condicionan la conducta del padre con su hijo en el agua. Máxime cuando se trata de bebés o niños menores de dos años que están en manos de sus padres en  la piscina. bebe agua

Por eso debemos intentar no transmitirlo a los niños. ¿Cómo?

Mi fobia al agua

Cuando nos introducimos en la piscina con ellos debemos  coger al niño con seguridad. El contacto es fundamental y a través de él lo va a percibir todo. Si el niño nota el  miedo, el nerviosismo por parte del adulto, creerá que algo ocurre y  va a estar inquieto.

Es conveniente que le hablemos y lo hagamos con frases positivas del tipo: Lo vamos a pasar muy bien. Que divertido. Vamos a jugar.

La expresión de la cara del adulto es fundamental. Si nuestro semblante es serio, triste, rigido, se asustarán. Es  importante que sonriamos, nos mostremos contentos, felices. Ellos también lo estarán. Y asociarán la actividad acuática a un momento divertido.

Si el pequeño hace alguna inmersión de más, no pasa nada. Carece de importancia a no ser que nosotros se la demos.  Puede ocurrir que cuando jugamos con ellos en las colchonetas se precipite al agua. Si fuera así, primero tranquilidad. Los monitores están pendientes de los niños en todo momento y siempre hay más de uno. Si el padre va sacarlo, pasar  por debajo de la colchoneta,  que es el la reacción natural. Y sacarlo tranquilos, restando importancia, sin histeria, ni gritos. Ellos suelen asutarse más de la reacción del adulto que del chapuzón.

La Piscina de Neo-Kids